Just relax~ [Priv. Akari]

Había sido otro día largo e interesante en el Mundo de los Humanos.
Desde que había llegado y tenido su charla con Samael el tiempo había pasado tranquilamente, mucho más apacible (sin duda) que en su aburrido, frío y lúgubre Dominio en Gehena; la Tierra de los Muertos no era, precisamente, el paraíso terrenal que en algunas culturas y religiones prometían... tierras valdías, frías y, como siempre, llenas de muertos. Marina d'or, Ciudad de Vacaciones, vamos...
En comparación con aquello, casi cualquier cosa era mejor, pero el Mundo Humano se llevaba la palma; no veía tanta vida desde que nació y una gran cantidad de demonios se reunió para contemplarla en brazos de su padre. La presencia de Satán la había hecho bostezar. Ah... recuerdos de otros tiempos... peores~

Divertida, la Reina había estado todos aquellos días inspeccionando la academia de Samael, conociendo desde las alturas todos sus entresijos y a la mayoría de sus estudiantes más "resaltables". Había sentido la presencia de Astaroth en la ciudad, la de Egyn en la academia, e Iblis también estaba cerca. Curiosamente de Amaimon no había ni rastro, y eso que había salido de Gehena antes que ella, y del otro monarca ni siquiera tenía noticias.
En vista que ya poco más tenía que ver por los dominios de Samael, al menos por el momento, Azazel había proseguido con la ciudad, habiendo terminado aquel día en el famoso Parque de Diversiones... cuyas referencias hinchables al famoso Mephisto habían hecho sonreír más de una vez.

El sol se había puesto hacía bastante rato, y por fin la mujer había cerrado su sombrilla y había comenzado a recorrer las calles llenas del parque que, a pesar de las horas, tenía una gran clientela todavía.
Las luces de las atracciones iluminaban sus ojos violáceos, que bebían del entorno y del ambiente lleno de vitalidad casi con ansia, recibiendo también muchas miradas debido a su tradicional aspecto con su yukata negro con dibujos plateados y su belleza natural. Si ellos supieran...
Esgrimiendo su encantadora media sonrisa, Azazel se compró uno de aquellos famosos algodones de azúcar y se sentó en un ligeramente apartado banco, dándole pequeños "mordiscos" a aquella extraña sustancia mientras sus ojos seguían a la multitud... dándose cuenta un poco más tarde de que seguramente tendría compañía en muy poco tiempo...
Suspiró y sonrió con un poco más de amplitud, esperándola.

¿Que estaba haciendo yo aquí? Muy sencillo. Aparentaba ser una chica de dieciséis años, así que era normal que estuviera en el parque de diversiones, pues a eso iba... a divertirme. Caminaba entre toda aquella gente, gente que ni se fijaba en mi -y si lo hacían era por mis usuales colores llamativos-. Solía ir muy llamativa, no sé ni yo misma el porqué de aquello, simplemente supongo que lo hacía por puro aburrimiento, al fin y al cabo, aquellos eran mis colores favoritos a la hora de vestir.

Había comprado unas galletitas con la cara de mi hermano que se vendían en un puestecito. ¡Parecía como si él y yo fuéramos uno! Estaba contenta comiendo esas galletitas, porque bueno... yo quería muchísimo a mi querido hermano mayor -como a todos los demás, también-. Ya me había montado en alguna que otra atracción, y la verdad es que estaba algo cansada ya; así que decidí sentarme en un banco esperando a que fuera ya la hora de cerrar.

La gente pasaba y yo los observaba, estaban realmente bien hechos... pero aun así eran frágiles y tenían que ser cuidados... Que lindos y adorables que eran esos seres a los cuales me habían enseñado a llamar humanos desde pequeña. Decidí que ya era hora de regresar, pues ya estaba oscureciendo; pero al pasar hacia la entrada divisé una hermosa figura. Era tan bella que me quedé totalmente embobada, ni siquiera sabía si andaba o estaba quiera. Aquella figura era la de mi querida hermana Azazel, o como la conocían todos, Pandora.

-¡Pandora! Nee-san, ¿Qué tal estás? -dije, mientras salía corriendo hacia ella y la abrazaba como si me fuera la vida en ello. Obvio que no le podía llamar Azazel delante de todo el mundo, así que simplemente había utilizado su nombre humano- ¡Cuánto tiempo sin verte, estoy muy muy muy contenta de poder hablar contigo otra vez! -sin darme cuenta los estaba chillando. Pero es normal chillar cuando hace siglos que no ves a tu amada hermana mayor, ¿no?

No nos habíamos visto desde que ella dejó Gehenna para llegar a Assiah. Sí, de eso hacía muchos años... y parecía que las dos ya teníamos un cuerpo que no se destrozara por culpa de nuestro poder. Sentí como mis mejillas se calentaban un poco, mientras mi corazón empezaba a latir más fuerte, tan fuerte que seguro que mi hermana me había pillado. Y es que aún estaba abrazándola, entendía el porque me pasaba esto, esto era lo que los humanos llamaban "amor". Lentamente la fui soltando, como si realmente no quisiera que eso sucediera- "¿Es posible ser uno con tus hermanos?" -me pregunté mentalmente, mientras miraba a los ojos de mi hermana, con una gran sonrisa.

Ah... su pequeña hermanastra parecía desconocer muchas cosas todavía de aquel mundo... y de su condición en él. Muy poca gente la conocía como Pandora, más que nada porque muy poca gente la conocía en verdad; en el Mundo de los Humanos era una extraordinaria pero misteriosa exorcista de alto nivel de la que apenas se conocía su nombre... pocos más que los altos cargos del Vaticano sabían asociar un rostro a su nombre, y estaba claro que los exorcistas y humanos que estaban en el parque de atracciones ahora también pasarían a englobar aquella privilegiada lista de personas conocedoras. Ah... en fin... tampoco tenía demasiada importancia. Excepto por los irritantes murmullos que empezaron a surgir de entre la multitud que había escuchado a la ahora rubia Reina del Agua. Por eso no le gustaban la mayoría de los humanos... eran tan maleducados y faltos de elegancia casi siempre...

Ignorando a la gente que no paraba de observarla con asombro y admiración, la mujer se centró en la pequeña muchachita que se abrazó a ella como si la vida le fuese en ello... tampoco hacía tanto tiempo que no se veían (al menos desde su punto de vista... aunque el ser una criatura técnicamente "muerta" hacía que su sentido del tiempo fuese bastante distinto al de los demás).
Desde que había descubierto cómo crearse un cuerpo artificial mediante su energía espiritual sin necesidad de encontrar un recipiente fuerte que tolerase su magia había pusto rumbo a Assiah... no era de extrañar que, por mucho que ella no lo hubiese sentido pasar, el tiempo hubiese sido ciertamente raudo y las hubiese mantenido separadas bastante.

Sacudiendo de forma casi imperceptible su cabeza, la bella mujer sonrió a la menor amablemente, acariciando con suavidad sus cabellos dorados como siempre solía hacer con la demasiado "cariñosa" muchachita.
- Siempre es un deleite para el espíritu tenerte cerca, querida -replicó con un ligero tono divertido por sus palabras con doble sentido, también esperando que la pequeña comprendiese que necesitaba que le dijese su nombre humano (que a diferencia de la otra desconocía) para poder dirigirse a ella... aunque bueno, casi siempre le daba aquellos apelativos cariñosos, así que de momento daba un poco igual-. Yo ya me ves, como siempre, probando una de estas cosas de los mortales... que después de todo no está tan mal... aunque esto de comer es algo extraño al fin y al cabo -añadió mientras señalaba el algodón de azúcar rosa que tenía en su otra mano, refiriéndose a su peculiar ausencia de apetito permanente... ella era un espíritu mayormente, de modo que en su verdadera forma no comía ni bebía nada-. ¿Quieres probarlo? -le preguntó entonces, ofreciéndole el algodón nuevamente recuperando su media sonrisa.

Por supuesto Azazel no era estúpida, ni muchísimo menos... sabía lo que pasaba por la cabeza de Egyn... casi a cada segundo que estaba cerca de ella... pero también sabía que era así con todos sus hermanos, así como que estaba en su naturaleza ser tan... "fogosa", a pesar de su esencia acuática. Era irónico, pero era una realidad después de todo. Azazel la quería a pesar de todo tal y como era; por eso sus sonrisas más sinceras siempre eran para ella y su belleza, aquella sonrisa tan sincera y aquel sonrojo que le daban tanta ternura.
- ¿Tú qué cuentas, pequeña? ¿Hace mucho que viniste a Assiah? ¿Ya te topaste con algún otro de nosotros? -terminó refiriéndose a los otros monarcas demoníacos. Seguramente ya se habría visto con Samael, la visita de rigor, pero igualmente le interesaba saber de ella todo lo que se había perdido aquel tiempo, o al menos algo similar.
Poco a poco las voces del gentío empezaban a pasar a segundo plano, relegando sus pensamientos acerca de ellos de igual forma. Supuso que nadie se atrevería a acercarse a ella gracias precisamente a la reputación que también había causado aquel problemilla.